Inspiradores de conductas y actitudes
La situación política del país es muy compleja. Difícil de desenredar y entender. El papagayo pareciera que va en picada hacia el suelo y el hilo que lo sostiene da vuelta desordenado. Mil variables salen a escena y complican su dinámica en la lucha por el poder y por la captación de adeptos y partidarios. Es como un nudo que se forma en cada instante y en cada circunstancia. Inentendible. Enrevesado. Embarazoso. Vivimos un apresurado acontecimiento, uno tras otro, repleto de señales y códigos de naturaleza política. La información y contra información invade los espacios y los tiempos dejando una estela de dudas, confusiones e incertidumbres. Quienes gobiernan aprovechan este estado colectivo para avanzar en su proyecto de país. Adoctrinar y manipular, en beneficio de sus interesadas acciones. Todo no es teoría ni filosofía. De tras de eso, hay una intensión franca y despejada de dominio e intervención social, en las aspiraciones y conducta de la población. En el fondo, se trata de conducir comportamientos que concuerden con las metas y propósitos de un modelo que posee como factor esencial la división de la sociedad. La exclusión y el descarte. Igualar hacia abajo el estatus socio económico de las mayorías. Como consecuencia empujar hacia un proceso de empobrecimiento generalizado. Donde el papel del gobierno será básico en la vida y evolución colectiva. Hacer dependiente a la personas de los programas y acciones del gobierno es el medio para dominar e imponer conductas y opiniones. Una estructura de conquista se desplaza por todo el territorio nacional, con la finalidad de subyugar a las familias. El país exhausto y postrado observa cauteloso. A simple vista no hay alternativa… no hay salida. Y lo que ve resulta indefinido y discordante. Sin fuerza y poca viabilidad. Las señales que recibe son débiles y individualizadas. No hay por donde coger y los caminos resultan espinosos y vacilantes. Prefiere que otro haga el trabajo. Se arriesgue y ponga sus pertenencias bajo el fuego. La colectividad es floja, interesada y conservadora. Exige seguridad y garantía de triunfo. Sabe a conciencia que la fuerza está del otro lado y el poder de fuego hipotecado. No se sacrificará si no percibe probabilidades de ganar. Así ha sido a través de la historia. Y en la evolución de la humanidad es una constante predestinada. Las aventuras y las paradas en el abismo son posibles cuando hay pasiones y emociones que destellan finales de bengalas y brillar de estrellas. Lo que supera esta conducta ya conocida de los pueblos, son las motivaciones concluyentes de un discurso apasionado y visionario que despierte valores y principios de gran significado en la cultura y las creencias. Fenómeno que también registra la historia de forma determinante. Que crea esperanzas y motive para construirlas. Hace falta entonces un liderazgo inspirador, un guía a quien seguir, unas propuestas salidas de la realidad objetiva de los ciudadanos. Lo existente no ha podido frotar de las extrañas maltratadas de un pueblo sacrificado y sojuzgado. El peso inconmensurable de quienes tienen las armas genera estados psicosociales de naturaleza anímica aparentemente indiferentes. El desespero de la gente es tal que una chispa puede incendiar la pradera. A la presión internacional hay que incorporar la reacción interna. La protesta masiva y la manifestación pacífica pero multitudinaria. Esta es la de mayor efecto en la idea de poner contra la pared al gobierno. Incompetente. ¡Un paso adelante y dos atrás! Pero no hay baquiano y muchos de quienes se las echan aparecen erráticos y enredados. Son momentos para gigantes de pensamiento y acción.