“Es difícil cantar temas de mi padre”: Lynn, hija de Pablo Milanés (Entrevista)
Lynn, hija de Pablo Milanés, heredó toda la vena artística de su padre. “Nunca me ha pesado mi apellido”, revela en una conversación desde La Habana, Cuba. Madre de dos hijos, nos cuenta su vida profesional y familiar. A poco de graduarse como flautista abandonó el instrumento. Hoy no se arrepiente. Al contrario, aprovecha los conocimientos.
Pedro Quiroga Jiménez / Especial La Habana / Prensa Latina
Es la mayor de tres hermanas dedicadas a la música. Fue su padre, el cantautor cubano Pablo Milanés, precursor de la Nueva Trova junto con Silvio Rodríguez, quien la animó a estudiar la flauta pero, convencido de que aquel no sería el camino, aprobó su decisión de continuar en el canto. Lynn Milanés se encuentra muy unida a su padre. Se define casi idénticos, física y espiritualmente. Con semejante apellido, el fantasma de la fama la persigue siempre.
—¿Cómo influye su apellido en su carrera? —Es un arma de doble filo. Si me lo hubieran preguntado hace cinco años, hubiera estado brava, bravísima, porque el apellido sobresale y quiero sentirme yo misma. Al principio me perseguían, me buscaban, tal vez para descubrir qué tal era —y esas cosas duelen—, pero cuando te vas abriendo tu propio camino, o quedas mal para toda la vida, o logras ser tú misma. Es lo que he tratado de hacer.
—Hubiese querido un padre sin fama. —Para mí es un orgullo decir que soy hija de mi padre… y de mi madre, Yolanda Benet, que me influyó también muchísimo porque es una mujer de la cultura; fue guionista y asistente de dirección en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, tiene un aval de películas porque trabajó con los directores más grandes que ha dado Cuba. En lo que respecta al apellido de mi padre, no me pesa para nada. Afortunadamente, hoy puedo decir que he podido cantar gracias a él, que me abrió camino en la música y me ha ayudado siempre con mis discos y mis repertorios, se mueve alrededor mío constantemente, es un eje que está ahí.
—Hablando de padres, tú eres fruto de un amor apasionado que dio origen a una hermosa canción: Yolanda. Imagino que habrás tenido muchas satisfacciones, pero también algunas contradicciones. —Para ahí, un momento. Es muy difícil responder esa pregunta (comenta entre sollozos). El amor de mis padres lo conozco por lo que me han contado ellos mismos. Después de mi adolescencia, supe de muchas otras cosas. No creo tanto en las contradicciones porque ese tema no ha sido muy analizado en mi vida, no pienso en ello. Yo sé que fui fruto de ese amor. Nací en 1970, justamente acababa de venir al mundo cuando se escribió Yolanda. Debo haber visto cosas muy lindas, pero no recuerdo nada de mis padres juntos, a pesar de haber sido la primera de sus hijas y de estar allí cuando sucedieron los hechos, los buenos y los malos. Sé que durante años, tras el divorcio, han mantenido una relación bonita; mi madre siempre supo hablarme bien de mi papá —a pesar de todos los problemas que vivieron—, eso nos ayudó cuando éramos niñas.
—¿No existen rencores? —No, rencores no hay ninguno. Ellos son dos personas que se respetan por eso, por el amor que vivieron juntos, por las cosas que pasaron juntos, y porque se quisieron… y todavía se quieren.
—¿Y tus hermanas? —Suylén dejó el canto, aunque si quiere puede retomarlo mañana mismo. Haydée continúa, yo soy fanática de ella porque es muy centrada en su trabajo, en sus discos, ha sabido enfocarse en eso porque empezó más temprano que yo, a pesar de que le llevo 10 años.
—Tú comenzaste como flautista y de repente, cantante. ¿Qué pasó? —No quise ser flautista. Faltaba un mes para mi graduación y colgué los guantes. Tuve un profesor que se esmeró conmigo y aseguró que yo sería una gran instrumentista. De hecho, nunca me arrepiento de haber estudiado la flauta porque estuve en escuelas de prestigio, pero casi a punto de graduarme solté el bombazo. Casi siempre he sido así, de bombazos.
—¿Qué dijo tu padre? —Con toda la calma del mundo me dijo que si yo no quería, no pasaba nada. Mi padre siempre me ha apoyado en mis decisiones. Exclamó: ‘Mira Lynn, si vas a ser otra cosa en la vida, sé otra cosa’. Él fue quien me animó a que estudiara la flauta cuando tenía 10 años, yo estaba becada y empecé a ir una vez por semana a la escuela de música. No se me olvida aquella etapa en que a veces se me quedaba el instrumento en el ómnibus escolar, en los muros de la escuela, debajo del pupitre, ¡era un desastre!
—Evidentemente, tú no ibas a ser flautista. ¿Nunca más la has tocado? —Sí, de vez en cuando le quito el polvo. Hace poco me trajeron el piano que le había prestado a mi papá, me dio cierta inspiración, tomé la flauta y la partitura de una sonata de Haendel —con la que me gradué en nivel elemental—. La toqué de arriba abajo con Peruchín Jr., que es ahora mi pianista y… lo que bien se aprende, nunca se olvida. Yo creo que sí, que hubiera sido flautista de música clásica porque la música popular no me gusta tocarla, ni siquiera escucharla. Y nada, eso de cantar vino por mi padre también.
No se me olvida que fue de corre corre, como siempre, hablando con mi padre mientras caminaba que le pregunté: ¿Qué voy a hacer, dime qué hago? Y él me respondió: ‘Lynn, por favor, quien es músico será músico cuando le dÉ la gana. Si tú te propones ser cantante, serás cantante’.
Y yo seguía, ¿pero cómo voy a ser cantante, con esta voz que tengo? A lo que replicó: ‘Vas a ser cantante porque la voz no importa, lo que importa es el corazón cuando vas a cantar, el carisma que tengas cuando vas a cantar, lo que trates de sacarle al público, lo que le ofrezcas y lo que le pongas. Puedo mencionarte a tres mil cantantes que no tienen voz, y no les hace falta’. Comencé con la misma ronquera con que te estoy hablando ahora, a cantar en el grupo Aries —porque no quería ser solista—. Reuní a mis hermanas —que somos de signo aries las tres, por cierto— y nos pusimos a buscar temas y a montarlos. Los primeros meses no funcionaron bien, busqué otra cantante que empastara hasta que logramos ser tres muchachas que empezábamos en el canto. Me estaba encontrando a mí misma, hicimos un disco que produjo mi padre, lo mezcló, y luego el grupo se desintegró.
—Después de eso vino otro disco: Ama. —Lo hice solo a guitarra con Amehd Medina, quien me produjo todos los temas, todas las guitarras fueron tocadas por él, y la única cantante fui yo. Hice yo sola un repertorio de un disco que nunca ha salido (lo tengo como demo, saliendo en la radio), eso fue hace 13 o 14 años. Lo único que sucedió fue tomar experiencia como cantante solista, y a partir de ahí empecé con un guitarrista en el Club Imágenes, y me tomé las cosas en serio… ¡Todavía no me las tomo mucho! (risas). Luego me fui para España, cuando regresé a Cuba armé el grupo y comencé a trabajar en el disco Te quiero bien y en 2008 comenzó a salir en Cuba a través de Bis Music.
—Pero hay otro proyecto: De vuelta al mundo… —¡Wow!, ese proyecto no es mío. Mi esposo, Hernán, tuvo unos abuelos maravillosos que lo criaron, y con su idea de atrapar a los abuelitos que están encerrados en los hogares de ancianos, pues quiso darles un poco de vida a esos lugares. No hemos terminado todavía; nosotros quisimos que esas personas se vincularan con el arte. Te das cuenta de que llegar a un hogar de ancianos es cerrar las puertas de la vida, y con ese proyecto pretendemos traer a esas personas a la actualidad, porque dentro de pocos años, Cuba será el tercer país más envejecido del mundo.
—¿Qué es lo que prefieres cantar? —No tengo preferencias. Todo mi repertorio lo disfruto de principio a fin, incluso, a pesar de que canto varias veces en la semana, me resulta embarazoso hacer un repertorio igual que el anterior. Ando con cientos de papeles porque nunca repito lo mismo, sería caer en la rutina. Ahora, si hablamos de preferencias, me gusta cantar boleros y me encanta cantar la música brasilera. La beta del filin me sale porque lo conozco.
—En un concierto dijo que resultaba muy difícil cantar a tu padre… —Es difícil en dos sentidos. Imagino que a cualquier cantante que le guste Pablo, le haga ilusión una canción suya bien cantada, desde su punto de vista, y yo, siendo hija de él, y cantante, me resulta doblemente difícil; una, porque siempre surgen las preguntas, las comparaciones y opiniones. Hasta ahora he tratado de lograr mi propia identidad como músico, como intérprete, y como no soy compositora es bastante difícil a la hora de interpretar los temas, de hacerlos tuyos. Me ha resultado difícil tener que cantar sus canciones, desprenderme de su legado y de su forma interpretativa.
—Con su padre ha conocido muchísimas figuras importantes, pero hay una mujer que fue imprescindible en la obra de Pablo: Elena Burke.
—¿Quieres que te diga? —Elena siempre estuvo muy pegada a mi padre, y él a ella también. Fue alguien que cuando él transitó por una etapa terrible de su vida, defendió sus canciones, y tuve la suerte o la desdicha —no sé qué pueda decir— de que cuando yo empezaba a cantar, Elena estaba enferma y fui a verla. A través de ella conocí a Rey (el guitarrista que hasta ahora me ha estado acompañando). Como Elena también estuvo Miguelito Cuní, Cotán (un personaje impresionante), El Albino, y mediante Pablo he conocido a todos los brasileros: Chico Buarque, Da Javan, Elba Ramalho, Simone. También conocí a Fito Páez, a Joaquín Sabina —que es como un tío para mí—. De todos hemos aprendido un poco.